PRÓLOGO
RADIORELOJ de María Ester Alonso Morales
Las metáforas son mis cicatrices
La diferencia entre las estaciones, al igual que la diferencia entre el día y la noche o entre un día soleado y un día lluvioso, es vital. El discurrir del tiempo es turbulento. La turbulencia acorta los tiempos vitales, objetiva y subjetivamente. La duración es breve. Nada dura. Esto es tanto una oración como un lamento.
¿Estamos a tiempo?, de John Berger y Selçuk Demirel
¿Qué hora son mi corazón? / dos de la tarde en La Habana / ocho pm en Hamburgo / tic tac / tic tac / a los 62 años / de la Revolución / tic tac / tic tac / radio reloj. La poesía es para María Ester Alonso Morales (Marichu): tiempo de experiencia anacrónica, espacio utópico de la libertad creadora, territorio donde la vida sincroniza con la esperanza, no con la espera inane de la muerte. Ella es una poeta HIJA de la revolución eterna y como las hespérides, es cuidadora del manzano dorado. La circunda Mnemosyne la musa madre que resguarda todos los relatos heroicos, sus versiones míticas y también protege las epopeyas más nítidas de los héroes anónimos, que a través de su voz poética hablan de la identidad, de la justicia, de los recuerdos urgentes de los pueblos. Por eso, sus poemas son las astillas del pasado que vuelven con la potencia de una verdad: histórica / autobiográfica / poética / invencible / política /contemporánea. “Cambiar el mundo es imposible. Es una perfecta utopía, pero hay que seguir siendo utópicos, porque si no yo me muero de asco. ¡Me muero de asco!”, declaró el cantautor franco-español Manu Chao en una entrevista (2007). La autora dialoga con la canción de este artista, difundida el 14 de mayo de 2001, especialmente realiza un gesto intertextual con la canción “Me gustas tú”, el primer tema de su disco Próxima estación Esperanza. ¿Cuál fue la fórmula del éxito de este músico? Tal vez está en la recurrencia sonora, en la melodía de los mismos sintagmas pronunciados una y otra vez como las horas de un reloj imparable; y el hecho de que, en el lapso de cuatro minutos, el tema dice 27 veces “Me gustas tú”. La repetición de esta frase es fundamental para el ritmo; suscita insistentemente en quien la escucha deseo de cantar, mover el cuerpo, bailar. Es un tema que “causa el compás del deseo“, es decir estimula la posibilidad de vivir a pesar de que lo real y el mundo como dice Marguerite Durás se hayan vuelto: insoportables. Siempre existe una posible estación donde sostenerse para la batalla por sobrevivir al riesgo.
Este poemario levanta, junta los cristales pretéritos diseminados del gran tiempo de los derrotados-no vencidos; recupera en su escritura, las llamas de los silenciados que permanecen como lumbres. Escribe la letanía de los que sufrieron la violencia de los estados genocidas y pueden cantar en voz lírica una música deseante y reparadora. Sus poemas son fragmentos de un archivo que aunque inconcluso constituye un patrimonio de imágenes supervivientes.
El espacio literario para Marichu es: la isla de Ernesto Cardenal. Allí perdura el son de la libertad. Donde puede crearse e intervenirse lo real con la palabra de otro modo, resignificar el lenguaje que ya no comunica, ni conmociona e invocar voces vibrantes que arengan revueltas, sublevaciones, poesía sin cadenas.
Los versos son sencillos y complejos como las metáforas puras porque son: testimonios de un tiempo herido, son los vestigios de una ilusión estallada, resiste, en las palabras-cicatrices. Resiste en la fortaleza de un sujeto lírico que se sostiene en la desgarradura del exilio cultural. Resiste al dolor de los cuerpos de los ausentes, desde la desmemoria, desde las ruinas. Resiste, escribe poesía, se traslada como un juglar y lee para todos los que quieran escucharla y resiste. Desterrada, resiste.A pesar de las imágenes de la barbarie en que vivimos, en la época de la imaginación desvastada y de la crudeza que nos circunda, la imagen es supervivencia mínima. Esta concepción hace cifra en el programa cubano. Radio Reloj, que no cesa de hablar de los años dorados de la lucha. Y en el objeto reloj, pieza salvada de un incendio. Los objetos, las noticias que anuncian los locutores en la radiofonía cubana vienen de un tiempo cosmológico. Ellos están adentro y afuera del tiempo. Nos invitan a recuperar la emoción de descubrir misterios, asombros revelaciones breves, que regresan para entusismarnos: hubo ansias de ser libres, todavía estamos a tiempo. Y nos desconcierta la insistencia pero nos alivia. Marichu presenta en su obra una subjetividad en fuga (como en la pieza musical) escribe en el nomadismo y paradójicamente dentro de la ciudad querida, alejada o lejana de su patria-nacimiento, ella escribe la belleza de escribir: Estar aquí / como flotando / en un sueño / regreso al pasado / la vida sin mí / en una tarde preciosa de sol / mientras / me voy. ¿Dónde puede irse un poeta cuando la polis no lo aloja? Sale nómade para armar comunidad, a tramar lazos fraternos con la alteridad para narrar desde la lírica, la legibilidad histórica. No siempre una poeta tiene un cuarto propio, y desgrana su letra trashumante.
En este libro no hay vencidos, se oye el eco de la radio cubana, trayendo ráfagas revolucionarias. La fuerza poética retorna con las fechas, con el calendario de las batallas de los apasionados, los injustamente olvidados, los desaparecidos, los fusilados. Por eso Marichu, si bien es una poeta errante, por momentos espectral, desata fortaleza poética: es capaz de hallar los indicios de un corazón latiendo sin parar, prosigue los anhelos-huellas en las agujas de un reloj rescatado de una fosa común. Y presenta una voz que sigue contando, cantando, cantando la Revolución, que continúa preguntándose en cada estribillo qué hora son mi corazón, qué hora son mi corazón. Al son de mi corazón escribo la canción de la eterna revolución.
La rima interna de sus poemas encubre la duración temporal que no finaliza y que va contraria al movimiento cronológico neoliberal y aniquilador de sujetos, va en contra del tiempo que aquieta y corta el pulso vital. Sus textos poseen impulso político que deviene constante interrogante: ¿Dónde estás? / ¿adónde te llevaron? / ¿qué le pasó a tu corazón? / preguntas que retumban / en el cuerpo de quienes te amamos / midiendo el tiempo de tu ausencia / 80 años después de la guerra civil / los antropólogos desenterraron / en una fosa común / de Cataluña tu reloj / antiguo reloj de cobre / incendiado y detenido / a las diez y tres minutos / del fatídico día o noche / en que apagaron tus ojos / ¿qué voy a hacer mi corazón?
En el libro El bergsonismo dice Deleuze (1996):
La duración es esencialmente memoria, conciencia, libertad. Es conciencia y libertad porque en primer lugar es memoria. Ahora bien, esa identidad de la memoria y la duración nos la presenta Bergson siempre de dos maneras: “conservación” y acumulación del pasado en el presente; o bien: “ya sea que el presente encierra distintamente la imagen siempre creciente del pasado, ya sea, más bien, que testifica, mediante su continuo cambio de cualidad.
La memoria, los sueños perdidos o los nocturnos y el exilio, Marichu los lleva en su espalda. Ella sabe sabe que puede alivianarse poetizando su vida cotidiana. La duración en Bergson es tiempo, pero no un tiempo medible, divisible, parado o tiempo espacializado. La duración en su poesía es dis-continuidad, tiempo no-compacto, es real-maravilloso, prolongación y crecimiento. La duración es mantener el amor por los que quedaron del otro lado del océano. Continuidad indivisible, multiplicidad cualitativa, que solo es captada directamente, sin mediación, sin discurso y sin análisis, por la intuición, cuando se da de forma inmediata a la conciencia a través de la creación poética. Así en Radio reloj, la memoria va más allá de la subjetividad marcada por Cronos y tiene que ver con algo que está antes de la historia misma, que es prenatal, arcaico; pero también es duración de una nebulosa muerta que sigue brillando a años luz, tiempo que supera lo humano (no todo es resto o se pierde) acontecimiento que crece, se expande, engrandecié ndose en el fluir de la vida. Marichu es una mujer que hace historia. Es esta concepción la que lleva a Bergson (2004) a decir:
No pensamos más que con una pequeña parte de nuestro pasado; pero es con nuestro pasado todo entero, incluida nuestra curvatura de alma original, como deseamos, queremos, actuamos. Nuestro pasado se manifiesta, por tanto, íntegramente en nosotros por su impulso y su forma de tendencia, aunque solo una pequeña parte se convierta en representación.
El tiempo-duración se ensancha en el presente, se extiende milagrosamente, es movimiento militante, potencia, revuelta. No es algo que ya fue, que quedó atrás sin ninguna relación con nosotros. El tiempo pasado se tiene que mirar ontológicamente como dice Deleuze; es decir, el pasado ingresa en nosotros con intensidad, condiciona la forma como pensamos, actuamos, queremos, deseamos, vemos e, incluso, como percibimos, porque la percepción también está condicionada por la experiencia presente. No siempre somos conscientes, a veces los sueños nos revelan certezas: Marichu extraña a su patria y a los que quedaron en ella. Solo sabemos que está ahí, que actúa, pero no sabemos cómo lo hace. La poeta escribe sobre esa incertidumbre: Soñé / que volvía al país / en un micro a Buenos Aires / conducido por troskos / sacaba la cabeza por la ventanilla / cantando la marcha peronista / los compas me hacían callar / discutíamos cuál era el camino / más
corto / cuando llegamos a Plaza de Mayo / se habían ido todos / frente a la Casa Rosada / me encontré a mi vieja / paseando la perrita de la vecina / ahora vivo acá dijo / me mudé con Cristina / en diciembre / me fui a cambiar de ropa / en un baño público / tenía que enviarte un mensaje de voz / decirte aquí estoy.
Aquí estamos los lectores, encontrándonos con lo que podemos llamar “el peso de la historia” alquimizado en literatura, ese peso que se impone inexorablemente no logra devorarnos, la historia sacrificial se vuelve río, supervivencia.
En tanto exiliado, el sujeto lírico ha sido dejado en la vida, en el filo, con las raí ces intactas. El duelo es desamparo en algunos pasajes. Ese desamparo es orfandad a veces, no tener lugar en el mundo, ni geográfico, ni social, ni político. Sin embargo, la subjetividad lírica no está́ desprendida del devenir histórico. Desde la orilla de otro continente, ella resguarda su lugar propio: la poesía. Es ésta una de las experiencias más reveladoras: desamparada de la patria la siente con todos sus sentidos posibles. Pero para eso, debe desenredar los nudos de su país y los autobiográficos.
Si la historia es discontinua, Marichu busca el derrotero de un barco que le permita navegar su existencia, anclar su pasado, crear ríos de tiempo, lograr permanencia. Y así en esas aguas logra desdibujar las pesadillas. En su caso, esa vuelta al pasado, navegándolo a contracorriente, es un fuerte gesto de restablecimiento de la continuidad de la historia argentina, latinoamericana. Solo así esa historia se transparenta, se aclara a través de su mirada imaginaria. Tal como cuando se presenta el significado de los sueñ os a la conciencia nítida. Por eso, surca a la distancia, escribe mientras extraña. Escribe cierta claridad que evita que el terror y el desastre se repitan. Su poesía es alegoría y montaje reparador para la memoria colectiva.
Ella desde el borde ha visto las derrotas. Y esa trama de afectos logra reestablecerla, esribiendo encima de las heridas. Ella escribe, lee sus poemas, se orienta, escribe y sana. Las metáforas son sus cicatrices. Escribir es ir hacia el origen para recoger la experiencia, para recursar de todo lo que vale la pena ser valorado como tesoro. Entonces la poeta celebra lo efímero, los detalles y se constituye en presente-eternidad-aliento-poesía. Y esa unidad amorosa, ese hilo que surce lastimaduras, es ya salvación para nosotros.
Esa asunción del pasado es un despertar con el horizonte despejado. Por eso la escritora que sostiene el tiempo de la duración es también justiciera. No hay que arrastrar el pasado, ni el ahora; el día que acaba de pasar hay que llevarlo hacia arriba, juntarlo con otras, otros. Escribir para ella es: cohesión del ayer en el mañana. A través del hoy escrito, se restablece el aura de la historia propia y la de todos. Radio reloj enuncia: “no” al olvido y le dice sí“ a la recuperación del pasado, en el presente vivo de nuestros muertos; solo así el tiempo se abre a la experiencia utópica. Sólo así evitamos repetir la tragedia y actualizamos en nuestra cotidianidad un mar doloroso. Poetizar para Marichu es: acción, sostén de la esperanza: Cuando la incertidumbre / se te haga insoportable / sentate y respirá / detené el tiempo / y sus ruidos / exhalá el aire / lentamente / confiá en tu camino / no estamos solas / estamos rodeadas / de las que fuimos,
La clave de este hermoso libro está en los múltiples tiempos que se pliegan y devienen reminiscencias, resplandores de futuro. El sueño poético, nos traspasa, se proyecta como una película y el sujeto lírico embellece el vacío, lo vuelve
pleno. Aquí no hay tiempo, sino anacronismo, superposición de temporalidades. Tiempo establecido (ganado) por la conciencia. Encontramos las imágenes en suspenso benjaminianas en cada poema; éstas nos asaltan para revitalizarnos. Prevalece en estas páginas el tiempo testimonial, epifánico, el de la existencia comprometida, lírica, feliz. Como dice John Berger, ella escribe poesía para que “siempre estemos a tiempo”.
Eugenia Straccali
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