Notas sobre el taller de traducción de poesía
Por Mariángel Mauri
Quienes alguna vez hayan realizado proyectos artísticos con otras personas seguramente acordarán conmigo en que es difícil y, al mismo tiempo, posiblemente, una de las experiencias de creación más enriquecedoras que hayan tenido. No hay vez que no lo compruebe. La experiencia compartida tiene algo de mágico. El taller de traducción de poesía es una de esas experiencias: un espacio que logra, como pocos que conozco, construir sentidos conjuntos desde el intercambio y la reflexión.
El primer encuentro con un poema en traducción es también el encuentro inevitable con la conciencia de lo que se pierde; nadie es más consciente que su propia traductora de la lejanía, o cercanía, de la traducción con respecto al poema original. Y sin embargo es justamente esa distancia lo que hace posible la traducción de poesía. La traducción poética reclama mucho de su traductora: reclama un acto creativo que convierta un poema en otro poema. Eso buscamos en el taller de traducción de poesía: traducir un poema es entonces escribir un nuevo poema. Nadie conoce tan bien como una traductora de poesía los severos límites que le impone su tarea. Sin embargo, la compensación de ese acto aparentemente imposible, como dicen algunos, es infinita: ahora el poema parece haber revelado su secreto.
En el taller de traducción nuestros poemas se retroalimentan y se revisan a partir del intercambio y la exploración colaborativa, y la versión final se asume como la mejor versión en este momento presente de nuestra formación como traductoras de poesía.
Aquí debajo, las versiones de las integrantes del taller de poemas de Margaret Atwood y Ada Limón.
Empezás así
Margaret Atwood
Empezás así:
esta es tu mano,
este es tu ojo,
este es un pez, azul y plano
sobre el papel, casi
con la forma de un ojo.
Esta es tu boca, esta es una O
o una luna, lo que vos
quieras. Esto es amarillo.
Ves afuera de la ventana
la lluvia, verde
porque es verano, y aún más lejos,
los árboles y luego el mundo,
que es redondo y solo tiene
los colores de estos nueve crayones.
Este es el mundo, que está más lleno
y es más difícil de aprender que lo que te acabo de contar.
Está bien que lo manches de esa manera
con el rojo y después
el naranja: el mundo está en llamas.
Una vez que hayas aprendido estas palabras,
aprenderás que hay más
palabras que las que podés aprender.
La palabra «mano» flota sobre tu mano
como una pequeña nube sobre un lago.
La palabra «mano» ancla
tu mano a esta mesa,
tu mano es una piedra cálida
que sostengo entre dos palabras.
Esta es tu mano, estas son mis manos, este es el mundo,
que es redondo pero no plano y tiene más colores
que los que podemos ver.
Empieza y tiene un final,
esto es a lo que vas
a volver, esta es tu mano.
Traducción de Lucía Ronco
Nada
Margaret Atwood
Nada como el amor para devolverle
la sangre a la lengua,
la diferencia entre la playa y cada
una de sus rocas y caracoles, lo duro
cuneiforme y la cursiva tierna
de las olas, el hueso y la hueva líquida, el desierto
y la marisma, un empujón verde
que te saca de la muerte. Las vocales engordan
otra vez como labios o dedos empapados, y estos
recorren los guijarros ablandados
igual que la piel. El cielo no está
vacío y allá lejos, sino acá
ante tus ojos, fundido, tan cerca
que lo probás. Sabe a
sal. Lo que te toca es lo que vos tocás.
Traducción de Melina Giménez
Llevar comida a casa en invierno
Margaret Atwood
Camino cuesta arriba por la nieve
con dificultad
la bolsa de papel madera con las compras
apretada contra mi estómago,
pesada, mis brazos estirados
para sostenerla se vuelven puro tendón.
¿Necesitamos esta bolsa de papel
mi amor, necesitamos este bulto
de pieles y carozos, necesitamos
estas botellas, estos tubérculos
y pedazos de cartón
para seguir a flote
como en una balsa
sobre la nieve en que me hundo?
La piel crea
islas de calor
en invierno, en verano
islas de frescura.
La boca ejecuta
un engaño similar.
Yo digo que transformaré
este huevo en un músculo
esta botella en un acto de amor.
Esta cebolla se volverá una acción
este pomelo
se volverá un pensamiento.
Traducción de Ana Kancepolsky Teichmann
Cómo triunfar como una chica
Ada Limón
Me fascinan las yeguas,
cómo hacen que todo parezca fácil,
que correr a 60 por hora
se vea tan ameno como una siesta, o la hierba.
Me fascina su arrogancia de yeguas
cuando ganan. ¡Arriba, chicas, arriba!
Pero, a decir verdad, lo que más me gusta
es que son chicas. Como si ese enorme y
bárbaro animal fuera también parte mía,
y en algún rincón bajo la delicada
piel de mi cuerpo, latiera
un corazón de yegua de 4 kilos,
rebosante de poder, cargado de sangre.
¿No querrías creerlo?
No querrías levantarme la blusa y ver
la imponente máquina espectacular
que piensa, no, que sabe
que va a llegar primera.
Traducción de Catalina Lluna
Escindida
Ada Limón
Miren la serpiente muerta, húmeda,
el patrón hexagonal alrededor de su
cuerpo como código de la creación,
enrollada, fría en el camino recién asfaltado.
Empecemos por la serpiente: el hecho
de la muerte, la pobreza del entorno, la piel
y la superficie. Veamos cómo yace partida
en dos; cuerpo y cerebro separados.
Imaginemos ahora que se sigue moviendo, las dos
mitades, baila la cola, baila la cabeza.
Pensémosla como madre y padre.
Pensémosla como boca y verbo.
Pensémosla como pecado y pecador;
la tentación, el robo, la manzana, la caída,
nosotros culpables, nuestra historia.
Después volvamos a la serpiente, pobre bicho
muerto, que niega con ímpetu su ser dividido,
que anhela recuperar su vida entera, que quiere
la veas tal cual es, algo
que se ama tanto, atraviesa
la frontera con la muerte, para tocarse
una vez más, para preciar sus mitades
por igual, como si fuera algo fácil.
Traducción de Victoria Cossani

Margaret Atwood

Ada Limón