Descripción
Prólogo por María del Rosario Andrada
En el fondo curiosos demonios habitan entre las sombras y la luz de los océanos traspasan su morfología cambiante, definen un paisaje extraño, único.
Son bestias devoradoras de miedos, aparentan estrellas fugaces, chapotean en el misterio de las oscuridades, amenazan con su vestimenta de colores o dan la estocada final con sus punzantes aguijones venenosos.
La autora se sumerge, avista las fauces, las escamas milenarias, se desplaza en silencio como el celecanto hasta formar parte de una duplicidad donde las aletas serán patas, piernas y manos.
En esa mutación, los sueños de un cachalote agonizan en la playa para convertirse en pájaro, en flauta.
En el bosque crecen raros esqueletos con poros abiertos donde se respira la luz y sirven al mismo tiempo de moradas o escondite de peces. Lugar en el que se mimetiza el gusano de arrecife, animal invertebrado y cruel, cuya presa es la propia autora “…en ese lugar negado por la luz me devoraste la piel/ los órganos /los huesos/ dentro de ti/aún viva/ des-cuar-ti-za-da/ recorrí tu longitud/ fui grito mudo…”
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