Descripción
Las brujas del martillo
Por Germán Osvaldo Prósperi
I. Soy bruja. La afirmación es del orden de lo ontológico o, mejor aún, del (des)orden de lo ontológico. Porque ser bruja, nos damos cuenta al recorrer estas páginas endemoniadas, significa alterar nuestra relación con el Ser, con el Mundo, con el Hombre. Estos términos nunca son inocentes. ¿Qué es el Mundo sino el horizonte donde el Ser se devela y qué es el Hombre sino el hacedor de Mundo? Para la tradición occidental el Hombre es la luz (de la conciencia, de la razón) que abre un campo de objetividad posible.
Sin embargo, esta luz no es imparcial ni inmaculada. Es un faro, un falo, de cuya altura soberana surgen un mundo y un orden, un cosmos. ¿Por qué es bruja Eugenia, entonces? Porque escribe.
Y su escritura es un hundimiento en los confines del mundo, un testimonio implacable de que la brujería, en su esencia, vaticina la caída del cosmos humano, de la Armonía fálica: “la invocación de una bruja herida / puede romper la armonía cósmica”.
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